Chile y la inversión extranjera: ¿Progreso o espejismo?

El gobierno de Gabriel Boric ha celebrado con entusiasmo el ingreso de US$3.580 millones en inversión extranjera directa (IED) durante enero y febrero de 2024, un incremento del 28% respecto al mismo período de 2023, cuando se registraron US$2.805 millones, según cifras del Banco Central. Este aumento ha sido destacado como una señal de confianza…

El gobierno de Gabriel Boric ha celebrado con entusiasmo el ingreso de US$3.580 millones en inversión extranjera directa (IED) durante enero y febrero de 2024, un incremento del 28% respecto al mismo período de 2023, cuando se registraron US$2.805 millones, según cifras del Banco Central. Este aumento ha sido destacado como una señal de confianza internacional en la economía chilena. Sin embargo, una mirada más crítica revela que estas cifras son engañosas y no necesariamente reflejan un verdadero progreso económico.

La naturaleza de la inversión: brownfield sobre greenfield

La mayor parte de la IED que llega a Chile es de tipo brownfield, es decir, se enfoca en la adquisición de empresas o activos ya existentes. Esto contrasta con la inversión greenfield, que crea nueva infraestructura, genera empleo directo y amplía la capacidad productiva del país. Mientras que las cifras globales de inversión pueden parecer altas, su impacto real en el desarrollo económico es limitado cuando se trata de compras de activos en lugar de proyectos nuevos.

Por ejemplo, la adquisición de empresas en sectores como la minería o la energía no representa un incremento del capital productivo ni una diversificación de la economía. Simplemente se redistribuye la propiedad de los activos existentes.

El espejismo de las cifras

Aunque el gobierno celebra el aumento de la IED como un logro, esta visión ignora el hecho de que la inversión brownfield no contribuye significativamente al crecimiento a largo plazo. No se generan suficientes empleos nuevos, ni se fomenta la innovación o el desarrollo de infraestructura. Además, este tipo de inversiones perpetúan la dependencia de Chile en sectores tradicionales, como la minería, sin estimular la diversificación económica necesaria para un desarrollo sostenible.

Conclusión

El incremento de la IED en 2024 puede ser una buena noticia superficialmente, pero su naturaleza predominantemente brownfield limita su impacto real. Celebrar estas cifras como un éxito absoluto por parte del gobierno de Boric es un error, pues oculta la falta de inversiones que impulsen el crecimiento productivo y la diversificación económica. Para avanzar, Chile debe atraer inversiones greenfield que construyan un futuro más sólido y generen beneficios sostenibles a largo plazo.